Os jovens
imbecis cujas camisetas ostentam a efígie de Che Guevara desconhecem a
folha criminal desse frio assassino, uma "máquina de matar":
Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar
(Ernesto Che Guevara)
El
pasado siglo será recordado, entre otras cosas, por haber alumbrado a
los peores criminales que ha conocido la historia. Muchos, la mayoría,
fueron comunistas. Y entre ellos se encuentra Ernesto Guevara de la
Serna, el Che.
Pero
este estudiante de medicina argentino añade un factor que le diferencia
de sus colegas: sigue siendo, aún a día de hoy, un ídolo para muchísimas
personas. Aunque no se puede decir, por citar solo unos ejemplos, que
Lenin, Stalin, Mao o Fidel Castro hayan sido juzgados socialmente con la
severidad que merecerían, es raro contemplar, salvo en los residuos que
todavía abrazan la fe marxista, una reivindicación de sus figuras.
Con el
Che, en cambio, se acepta con toda naturalidad que no escasos sectores
de la sociedad exhiban su efigie, como si se tratara de Gandhi o de John
Lennon.
En ese sentido, son de alabar iniciativas como la de nuestros amigos de la Fundación Bases en Rosario (Argentina), ciudad natal del tristemente célebre Guevara. Este think tank liberal ha emprendido una campaña
para que las autoridades políticas de esa localidad retiren una estatua
en honor al Che porque “es un asesino que no merece homenajes”. Nos
unimos, sin duda, a tan encomiable cometido.
Y es
que, ciertamente, Guevara, más allá de haber pasado a la posteridad como
un icono para millones de jóvenes despistados, fue eso, un asesino.
No dudó,
por ejemplo, en apretar el gatillo con sus propias manos en Sierra
Maestra para acabar con la vida de aquellos compañeros que generaban
alguna duda en su celo revolucionario. Y, posteriormente, tras el
triunfo de los barbudos, ordenó ejecutar, sin ningún atisbo de
garantías, como reconocía sin rubor alguno, a casi dos centenares de
personas en la fortaleza de La Cabaña. La mayoría de los detenidos eran
inocentes y ninguno se había hecho acreedor del fatal desenlace.
Además
de un asesino múltiple confeso, el Che, en su posterior paso por la
política cubana, destrozó el país, tanto desde el Banco Nacional como en
los diversos ministerios que dirigió. También colaboró desde un primer
momento en la creación tanto del Estado policial castrista como de los
campos de concentración, lugar al que iban a parar los enemigos de la
revolución comunista, entre ellos los homosexuales. Y todo ello jalonado
por escritos profundamente racistas. Un sujeto al que nada bueno se le puede atribuir.
Guevara
fue un fanático de unas ideas, las comunistas, que inexorablemente
conducían a la muerte y la destrucción. No fue un libertador ni un
luchador por la justicia social, signifique eso lo que signifique. Tan
solo buscó implantar sanguinarias dictaduras, ya fuese en Cuba, en el
Congo o en Bolivia, donde finalmente hace casi 50 años la CIA lo capturó
y el ejército del país andino puso fin su atroz trayectoria. (Instituto
Independiente).
blog orlando tambosi
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