Carlos Rodríguez Braun
considera notável o poder de transformação que a propaganda comunista
continua exibindo. Antes se vendia o comunismo como o sistema econômico
que trazia maiores benefícios. Agora o comunismo é vendido como defensor
dos direitos humanos, do feminismo, da diversidade etc. Texto publicado
no Instituto Cato:
Uno de los esfuerzos
más notables de prestidigitación en el mundo de las ideas ha sido y
sigue siendo la propaganda comunista. Lo primero que hicieron los
comunistas fue insistir en que su sistema era mejor que el capitalismo,
porque brindaba no solo libertades políticas sino beneficios económicos.
En serio. Y, en serio, durante décadas numerosos intelectuales
occidentales difundieron semejante patraña (puede verse: Paul Hollander,
Los peregrinos políticos).
Finalmente, y con
increíble retraso, el camelo se reveló como tal, y se vio que el
comunismo había sido lo contrario de lo que pregonaban sus epígonos:
sistemáticamente se tradujo en dictadura política y miseria económica.
Entonces, la estrategia cambió. Los comunistas se volvieron defensores
de los derechos humanos, del feminismo, del medio ambiente, de los
pueblos indígenas y de la democracia, es decir, de todos los objetivos
que se ocuparon de masacrar en todos los países donde se aplicó el
comunismo. Ese esfuerzo de engaño también tuvo éxito: mucha gente lo
cree, igual que mucha gente cree que lo malo del comunismo es solo el estalinismo, o que el comunismo es bueno porque combatió al fascismo.
Otro variante de la
magia comunista es alegar, créase o no, que lo malo del comunismo es
culpa del capitalismo: en serio, hablan de “capitalismo de Estado”. O
aseguran que el comunismo, a pesar de sus innegables crímenes, sirvió
para “suavizar el capitalismo” mediante la intervención del Estado, un
camelo sin base alguna, precisamente porque dicha intervención no tuvo
que ver con la protección del capitalismo sino con la usurpación
política de la riqueza creada por empresarios y trabajadores.
Cuando se les
enfrenta a la realidad criminal en que se concretan sus ideas, y se
rechaza la treta habitual de considerar al capitalismo solo en sus
peores resultados, y al socialismo solo en sus mejores objetivos, los
comunistas perpetran el arte supremo de la negación de la realidad:
proclaman que los crímenes no fueron cometidos por comunistas. Un líder
de la izquierda en España dijo que si un comunista era un asesino,
entonces no era comunista. El blindaje tramposo es entrañable.
Pero en los países
comunistas no se aplicó el capitalismo sino el comunismo, porque se
limitaron o extirparon la propiedad privada y los contratos voluntarios
del mercado. Millones de trabajadores, por eso, murieron de hambre. La
magia no puede ocultarlos. Intentarán atribuírselos al capitalismo,
cuando fueron víctimas de políticas claramente anticapitalistas. El
espectáculo continuará. ¡Ale hop!
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 16 de febrero de 2018.
BLOG ORLANDO TAMBOSI
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